Una vez más.

Ahí estás, corriendo una vez más, corriendo por otra oscura noche mientras que pequeñas gotas frías cubren tu cuerpo frío y casi inerte, mientras intentas huir, inútilmente, de la verdad. Iluso. ¿En serio pensabas que salir a correr te calmaría? ¿En serio pensabas que eso callaría tus pensamientos? No. Pero aun así, sigues corriendo, fundiendo tus lágrimas en mares de lluvia, mientras tus mares de dudas e intranquilidad están en tempestades.

Hasta que un pensamiento vuelve a tu mente. Tu cuerpo, vacío y frío aún, no siente nada ya, pero la cabeza no se libra de pensar en todo aquello que tanto querías bloquear y no puedes. Ahora no. Vuelves a ver esa imagen. Vuelves a verla, a ella. A ver todas las noches en vela donde, entre palabras entrecortadas y caricias noctámbulas, le susurrabas tres mil de tus cinco mil defectos a la oreja. Y ella, tranquila y quieta, te desmontaba con dos palabras, ocho letras. ¿La recuerdas? Y tanto que la recuerdas. Ella, única capaz de, sin abrir la boca, dejarte sin habla, de hablarte sin soltar palabra, de hacerte olvidar todas las noches en una sola velada bañada en gemidos y la respiración entrecortada, o entre risas y miradas. Y ahora, sólo el silencio que te da tu almohada.
"Ojalá pudieses olvidar a la persona que más te importa", piensas, pero ejercer el olvido voluntario es imposible. "Ojalá. Ojalá hubieses hecho algo que cambiará las cosas, que las cambiara de verdad", piensas una vez más, pero el pasado pasado está. O eso dicen. Igualmente, ya nada lo puede remediar. Así que sigues, sigues corriendo calle abajo. Sigues corriendo sin destino ni sentido, buscándote a ti mismo. Sigues corriendo como si eso solucionase el que ella ya no está, el que ella no volverá. Como si eso solucionara algo de todo este sinsentido, de todo lo vivido que jamás volverá a pasar. No consuela saber que el destino, y sólo el destino, jugó mal y ella, aunque no sólo ella, lo tuvo que pagar. Quizá mañana la vayas a visitar una vez más aunque, ¿qué más da? Si cada noche la ves, y la verás al cerrar los ojos.
Y ella que pensaba que tú eras su mayor apoyo, que sin ti no lograría pasar todo eso, que tú eras el fuerte en todo aquello, que tú eras su salvación y su anhelo. Cómo se equivocaba, sin creerlo, sin quererlo. Ella era el fuerte y, a veces, único pilar que te sostenía. Fuerte antes y después de su desgracia, fuerte al reír y alegrarte en cualquier circunstancia. Aunque tú. Tú sigue maldiciendo el cáncer y todo lo que lleva detrás. Por dejarte atrás. Por no dejarte en paz. Por no librarte y agraciarte con mil noches más, mil sonrisas que contagian mil más, mil besos que desperdiciar. Sigue maldiciendo y hablando sin hablar, callando una vez más. Sigue corriendo en un intento de calmar y callar tus pensamientos, una vez más.

¿Quién soy?

Un día cualquiera me puse frente a un espejo y dije: ¿Quién soy?
Una voz, desde dentro, me dijo "Eres tú, quien está frente al espejo.". Pero, ¿quién soy yo? ¿Yo soy ésto? ¿Una imagen? ¿Una cabeza firme sobre un cuerpo? ¿Una expresión? ¿Una cara? ¿Un gesto? ¿Un físico atractivo para unos aunque horrible para el resto? Nadie contestó y se hizo el silencio.
Otro día me planté frente al espejo y dije: ¿Quién soy?
No soy sólo ésto, no me define ni mi imagen ni lo que llevo puesto. Soy un cúmulo de ideas y pensamientos pero, ¿sólo éso? No, por supuesto que no. Yo soy yo y mi situación, mi momento, esté triste, eufórico, enfadado o contento. Pero una voz volvió a hablar diciendo "No lo entiendo, ¿por qué entonces estás descontento con tu imagen por no agradar al resto?" Es cierto. Pero de pronto otra voz surgió de lo más adentro y gritando dijo:
"¿Qué más dará el resto? ¿Por qué seguir intentando gustar a estos, esos o aquellos? Quien más importa en tu vida eres tú, tenlo claro. Tu físico no debería ser ninguna carga, ningún peso, aunque cueste creerlo. No hay por qué darle tanta importancia a algo tan subjetivo, porque para algunos serás precioso y para otros otro más. ¿Qué más dará? Quien te quiera lo hará por como eres en realidad, quien te quiera lo hará de verdad sin importar la imagen que hay detrás. E intentar ser feliz, sin más. Disfrutando lo simple que es lo que importa de verdad; ese apoyo incondicional, algunas risas, algunos gestos como escuchar música e inconscientemente bailar... No es tan difícil ser feliz, ¿quizá? Disfrutar solo, o acompañado de los que quedan, los que se fueron o los que quedan por llegar. Es hora de cambiar, ¿no crees? Es hora de actuar por ti y para ti, por tu felicidad y nada más. Es hora de dejar de dejarse atrás, vales la pena, valórate. Es hora de sobreponer tus intereses sobre los intereses de los demás. ¿Por qué tu felicidad debería valer menos? Eres tú quien se pone un precio. No te definas. Quizá no seas el mejor pero tampoco eres como el resto. Quizá no seas el mejor pero no intentes serlo. Ser tú mismo, ese sí es un buen reto."
¿Quién eres tú? Pregunté entonces.
La voz volvió a hablar "Yo soy tú, tu yo del más adentro. Soy quien te dice lo que sabes aunque no quieras verlo. Soy ese otro Carlos, ese gran desconocido, que intenta ser feliz intento tras intento. Encantado de hablar contigo (o conmigo) de nuevo.".

Escribo


¿Por qué escribo? Escribo, es evidente, escribo noche y día, a todas horas aunque no siempre sobre un papel. Escribo en mi mente, en un papel, desde mi móvil o desde un pc, escribo en la pared o incluso sobre mi piel. Escribo mis pensamientos más profundos, escribo mil batallas perdidas y dos mil historias sin final, escribo cuatro mil diálogos donde hablo conmigo mismo. Escribo, es evidente, pero ¿por qué escribo?


Escribo para desahogarme, para escapar cuando las cosas no dejan de ir mal, escribo letras que se convierten en mi salida de la realidad. Escribo para no pensar. Escribo por no gritar o estallar, escribo por no mandarlo todo a la mierda. Escribo para mantener la cordura aunque sea ligera. Escribo para expresarme de verdad, escribo lo que pienso y no lo que quieren oír los demás. Escribo para poder escuchar, observar y entender lo que me rodea. Escribo y escribo sea lo que sea. Escribo porque puedo y porque quiero, escribo y seguiré haciéndolo, por más que me intenten silenciar.

Escribo y sigo callado, porque no hay ganas de hablar.